Voz de la Esperanza

Consecuencias

“Se acerca la noche y un frío que ya reconozco entra hasta mis huesos. El camino me parece conocido y a la vez desconocido. No sé qué hacer. Mis rodillas tiemblan y mi corazón se estremece al saber que muy pronto podría dejar de vivir.

El hombre que juró quitarme la vida más de 20 años atrás viene hacia mí con un ejército de hombres armados, listos para la guerra; y yo aquí, viejo y sin fuerzas, con mis hijos aún pequeños deseando nunca haber desconfiado de Dios, nunca haber engañado a mi padre y haber visto a mi madre aunque sea unos minutos antes de morir.

Angustiado y devastado, con el corazón hecho pedazos, pienso en la mejor solución. Dividir a mi caravana en dos y suplicar por la misericordia divina…”

¿No le ha pasado también a usted, amigo lector, algo similar? Hemos cometido un pecado y nos hemos arrepentido y apartado, sabemos que Dios nos ha perdonado, reconocemos a Cristo como nuestro Salvador personal, pero aun así no aprendemos a depender completamente de Dios y confiar en que la mano poderosa que nos sacó de la miasma pecaminosa nos puede dar paz en medio de las consecuencias de ese pecado.

La angustia que sentía Jacob luego de 20 años mientras regresaba hacia su tierra y parentela era grande. Y es que mientras más grande el pecado, mayores sus consecuencias; pero también mayor la gracia Divina.

La historia entre Jacob y Esaú tuvo un final orquestado solamente por Aquel que conoce lo más profundo nuestro corazón y es Aquel quien hoy quiere conceder paz en medio de tu aflicción y seguridad de que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien.”

Podrás pasar toda una noche derramando lágrimas y tu corazón a Dios “luchando con el Ángel”, pero ya vendrá el resplandor de la mañana y una paz inundará tu corazón.

¿Estas dispuesto a aceptar el perón que solamente Cristo puede dar?

Dios te guarde.

Autor: Jeser Ordonez-Calderon